El contrato social, según Jean-Jacques Rousseau, es el acuerdo mediante el cual los individuos renuncian a su libertad natural para obtener una libertad civil, a cambio de someterse a la voluntad general de la sociedad.
Rousseau, uno de los filósofos que más admiramos, planteó que en su estado natural, el ser humano es libre y autónomo. Sin embargo, al formar sociedades y someterse a las normas y leyes que regulan la vida en comunidad, esa libertad se ve restringida.
Para Rousseau, la voluntad general no es la voluntad de la mayoría, sino lo que es mejor para la comunidad en su conjunto. Este principio da lugar a la soberanía popular, según la cual el poder legítimo proviene del pueblo. A través de este pacto, los individuos ceden ciertos derechos y libertades para formar parte de la sociedad, pero a su vez adquieren una libertad civil que garantiza el bienestar común. El pacto debe también garantizar la igualdad y la justicia, eliminando las desigualdades sociales y económicas, y promoviendo la participación activa de todos los ciudadanos en las decisiones políticas.
Crisis del contrato social
Hoy, sin embargo, parece que estamos presenciando una crisis del pacto social, que se hace cada vez más evidente. Tres noticias de actualidad me hicieron reflexionar sobre este concepto y su relación con nuestra realidad:
Estas noticias, aunque muy distintas entre sí, nos hicieron recordar a Rousseau y reflexionar sobre cómo, afortunadamente, el contrato social se está rompiendo de forma cada vez más evidente. Si, algún día, las personas decidieran no solo manifestarse, sino también dejar de cumplir con los deberes, como el pago de impuestos, ¿cómo se sostendría todo?
¿Por qué, después de tanto tiempo de democracia, las cosas siguen siendo tan desiguales?
Para nosotros, la respuesta está en el «habitus» de Pierre Bourdieu. Este concepto nos ayuda a entender cómo, aunque vivimos en sociedades que se presentan como iguales para todos, las desigualdades siguen persistiendo.
Nuestras experiencias y el entorno en el que crecemos nos marcan de tal forma que, muchas veces de manera inconsciente, seguimos reproduciendo esas desigualdades y relaciones de poder. El habitus, en otras palabras, es la manera en que las estructuras sociales y económicas se internalizan en nuestras vidas, condicionando nuestras actitudes, creencias y comportamientos.
Más allá de las leyes y los discursos, el verdadero cambio solo puede ocurrir si somos conscientes de estas dinámicas y actuamos de manera diferente.
El futuro está cambiando, y las nuevas generaciones merecen más
En Achiote, creemos que es fundamental equipar a los jóvenes con las competencias necesarias para afrontar un mañana en el que, por ejemplo, la inteligencia artificial jugará un papel crucial. Esto implica enseñarles a cuestionar de manera argumentada, a desarrollar una mirada crítica hacia su entorno y a desafiar las estructuras de poder para poder transformarlas de manera constructiva.
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