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8M: Quererse a una misma es revolucionario

8M:Quererse a una misma es revolucionario. Después de un domingo de vendimia en familia, llegó el momento de pisar las uvas. Los hombres
entraron en el barril, mientras que las mujeres nos quedamos fuera. Yo, con unos 7 u 8 años, me indigné y protesté.

Al principio solo quería experimentar la sensación de pisar las uvas, pero al final estaba doblemente feliz porque superé la barrera de género. Esta es mi primera memoria, en esta vida, que me hizo comenzar a cuestionar los roles establecidos. Mal sabía yo lo que eso significaría.

Mi nombre es Helena Gameiro. Soy la mente detrás de Achiote (inconformista desde niña) y vengo recuérdate que hoy en día, en la Europa occidentalizada (con todo lo que eso significa), las mujeres dedicamos tres veces más tiempo a las tareas domésticas, ganamos un 16% menos que los hombres haciendo el mismo trabajo, y, aunque somos mayoría en el ámbito académico, seguimos siendo una minoría en los cargos de poder y toma de decisiones.

8M: La pregunta es: ¿por qué?

¿Son los hombres nuestros mayores enemigos, como defienden algunas corrientes feministas?

No lo creo. Los mayores enemigos de las mujeres, a lo largo de la historia, no han sido los hombres, sino una institución que ha marcado a generaciones enteras: la Iglesia Católica.

Desde sus cimientos, impregnados de dogmas, se fue construyendo la idea de que la mujer era el “fruto prohibido”, destinada a ocupar un lugar secundario, confinada a su rol de madre y esposa, un rol puramente reproductivo y de servicio. El “segundo sexo”, como lo describió Simone de Beauvoir.

No se puede borrar fácilmente el legado de siglos de dominación. Solo en 2025, por primera vez en dos mil años de historia de la Iglesia Católica, se nombró a una mujer, Simona Brambilla, para dirigir un «ministerio» del Vaticano. Nombrada por un Papa que, como él mismo dice, viene de las periferias. El primer Papa latinoamericano, el primer Papa no europeo en 1.200 años, y el primer Papa de la orden de los jesuitas. ¿Casualidad?

No se puede borrar tan fácilmente el legado de siglos de sumisión. La Segunda Guerra Mundial ayudó y mucho. Pero, hoy las mujeres seguimos luchando por encontrar nuestro lugar en un mundo que aún arrastra las huellas de esa tradición. Y no nos engañemos: la lucha de las mujeres se hace, en gran parte, por expulsar o no al opresor interno. Ese “Barba Azul” internalizado que nos hace normalizar situaciones de violencia y desigualdad, a veces sutiles, tanto dentro como fuera de las relaciones.
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¿Cuántas mujeres han sido silenciadas a lo largo de los últimos siglos? ¿Cuántos hombres han quedado impunes ante violaciones de derechos humanos?

Hace días escuché en una entrevista una psicóloga decir: que, por lo general, las mujeres buscamos hombres que aún no existen, y los hombres buscan mujeres que ya no existen.

Los hombres que están quedando rezagados en este cambio son los mismos que forman parte de grupos misóginos en Telegram (algunos con 70 000 personas) que vulneran la intimidad de las mujeres y reducen a la mujer a un objeto, olvidando que nacieron de ellas.

El poder de los innegociables

 Mientras muchas niñas todavía crecen con el mensaje subliminal de que deben ser bonitas, cuidadoras y obedientes, cada vez más mujeres se están plantando, poniendo límites y dejando claro, sin titubeos, cuáles son sus innegociables.

No hay supermujeres, solo mujeres con mucho café y un nivel extremo de cansancio.

Le pregunté a algunas de estas 8 mujeres cuáles eran sus innegociables y destaco la de Tati Guimarães:

“Mi no innegociable es NO hacerme daño. Es decir, priorizarme y respetarme a mí misma: respetar lo que siento, lo que merezco, lo que deseo y lo que valgo. Cuando me respeto, estoy haciendo un acto de amor hacia mí misma. A partir de ahí, todo fluye en la mejor dirección, y esa es la única manera de sentirme en paz. Quererse a una misma es, de verdad, un acto revolucionario.»

¿Y para ti, cuáles son tus innegociables?

Escríbelos y defiéndelos con uñas y dientes. Si yo me quedara callada, no iba a pisar nunca las uvas.

¡Feliz Día Internacional de la Mujer!

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